¨On the rock¨, 1 de Junio.
En el sitio mundopop.es hacen un análisis de cada tema del nuevo disco de Andrés Calamaro. El próximo 1 de junio sale a la venta “On the rock”.
En Mundopop analizaron cada uno de los cortes que componen este trabajo “hecho con amigos”. Manu Gonzales fue el encargado de hacer comentarios de cada tema. Te paso el trabajo que realizaron:
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Barcos: El primer tema del disco une a Calamaro con el Niño Josele y Diego “El Cigala”, dos amigos auspiciados por el manto protector de Javier Limón. “Dos barcos que se cruzan en el mar, unos vienen y otros van”. Un comienzo elegante, con el predominio de la guitarra española, para un disco plagado de momentos emocionantes.
Te extraño: El bolero, un clásico en el repertorio de Andrés Calamaro, llamada, quizás, a ser un himno en un breve lapso de tiempo. Una de esas canciones que uno siempre espera encontrar en un concierto del bonaerense. Medio tiempo, con el piano y las guitarras pugnando por el primer plano, para desembocar en un final sorprendente por la aportación de “El Langui”.
El pasodoble de los amigos ausentes: Los guiños al mundo taurino son una constante en el universo de Calamaro. Pero que nadie se engañe. Lejos de ser un pasodoble, este es el primer rock vigoroso del disco, uno de esos trallazos de tres minutos que sólo Andrés sabe firmar. Lleno de menciones de los amigos ausentes, a los toros y a los bares. Por derecho.
Todos se van: Primera balada del disco. Quizás recuerde a otras registradas en discos anteriores, con los coros tan efectivos que le acompañan desde la época de Los Rodríguez, ejecutados en esta ocasión por los omnipresentes Pereza. No sorprende, quizás, tanto como los dos primeros temas de este trabajo, pero tiene pegada. Y mucha.
Los divinos: Tema elegido como anticipo de “On the rock”. “La ciudad se queda sola y nadie me da bola”, canta un inspirado Andrés, una máquina de hacer himnos, antes de hincarle el diente a uno de esos estribillos destinados a poner a cantar al respetable.
Flor de samurai: Segunda canción rockera y enérgica del disco. Guitarras afiladas al servicio de la lírica de Andrés. Tras el pequeño respiro de los dos temas anteriores, otro subidón de adrenalina. Quizás, uno de esos temas donde más se luce la base rítmica, con Diego García y Julián Kanevsky en las guitarras, Candy Caramelo en el bajo y en labores de producción, “El Niño” Bruno en la batería y Tito Dávila en los teclados.
Insoportablemente cruel: Otra de las sorpresas del disco. Jerry González y Calle 13 aportan su flow a un medio tiempo que, además, ha dado pie a varias de las remezclas que acompañan la edición de lujo de “On the rock”. El Salmón, a veces, trata de nadar en otras aguas.
Tres Marías: La (lógica e inevitable) querencia de Calamaro por los sonidos latinoamericanos se percibe en este corte, una cumbia con ecos de Los Fabulosos Cadillacs que, de nuevo, rompe de raíz con su predecesor en el tracklist.
Te solté la rienda: No es el primero que hace una versión del clásico de José Alfredo Jiménez, ni será el último que se atreva con él. La novedad está en la unión de dos voces como las de Calamaro y Bunbury, de dos admiradores confesos de la música mexicana. El resultado emociona.
Me envenenaste: Aunque algo menos enérgico que otras canciones, este rock supone el regreso a la canción de sinsabores personales. “¿Por qué ya no puedo escribir y no dejo de dormir?”, canta Andrés en un tema que parece recordar (¿y añorar?) su etapa creativa más compulsiva.
Gomontonera: De Camboya a Gomontonera. Quizás el rock más sucio de todo el disco, pero con un sonido de lujo alejado, en todo caso, de aquellas sesiones caseras. El texto es uno de los más opacos de todo el trabajo.
El perro: Con un coro creado para ser cantado en directo, el epílogo de “On the rock” reúne a Calamaro con Marcelo Scornik para firmar un cierre brillante, corto, para recordar por parte de todos los seguidores de Andrés.
En Mundopop analizaron cada uno de los cortes que componen este trabajo “hecho con amigos”. Manu Gonzales fue el encargado de hacer comentarios de cada tema. Te paso el trabajo que realizaron:
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Barcos: El primer tema del disco une a Calamaro con el Niño Josele y Diego “El Cigala”, dos amigos auspiciados por el manto protector de Javier Limón. “Dos barcos que se cruzan en el mar, unos vienen y otros van”. Un comienzo elegante, con el predominio de la guitarra española, para un disco plagado de momentos emocionantes.
Te extraño: El bolero, un clásico en el repertorio de Andrés Calamaro, llamada, quizás, a ser un himno en un breve lapso de tiempo. Una de esas canciones que uno siempre espera encontrar en un concierto del bonaerense. Medio tiempo, con el piano y las guitarras pugnando por el primer plano, para desembocar en un final sorprendente por la aportación de “El Langui”.
El pasodoble de los amigos ausentes: Los guiños al mundo taurino son una constante en el universo de Calamaro. Pero que nadie se engañe. Lejos de ser un pasodoble, este es el primer rock vigoroso del disco, uno de esos trallazos de tres minutos que sólo Andrés sabe firmar. Lleno de menciones de los amigos ausentes, a los toros y a los bares. Por derecho.
Todos se van: Primera balada del disco. Quizás recuerde a otras registradas en discos anteriores, con los coros tan efectivos que le acompañan desde la época de Los Rodríguez, ejecutados en esta ocasión por los omnipresentes Pereza. No sorprende, quizás, tanto como los dos primeros temas de este trabajo, pero tiene pegada. Y mucha.
Los divinos: Tema elegido como anticipo de “On the rock”. “La ciudad se queda sola y nadie me da bola”, canta un inspirado Andrés, una máquina de hacer himnos, antes de hincarle el diente a uno de esos estribillos destinados a poner a cantar al respetable.
Flor de samurai: Segunda canción rockera y enérgica del disco. Guitarras afiladas al servicio de la lírica de Andrés. Tras el pequeño respiro de los dos temas anteriores, otro subidón de adrenalina. Quizás, uno de esos temas donde más se luce la base rítmica, con Diego García y Julián Kanevsky en las guitarras, Candy Caramelo en el bajo y en labores de producción, “El Niño” Bruno en la batería y Tito Dávila en los teclados.
Insoportablemente cruel: Otra de las sorpresas del disco. Jerry González y Calle 13 aportan su flow a un medio tiempo que, además, ha dado pie a varias de las remezclas que acompañan la edición de lujo de “On the rock”. El Salmón, a veces, trata de nadar en otras aguas.
Tres Marías: La (lógica e inevitable) querencia de Calamaro por los sonidos latinoamericanos se percibe en este corte, una cumbia con ecos de Los Fabulosos Cadillacs que, de nuevo, rompe de raíz con su predecesor en el tracklist.
Te solté la rienda: No es el primero que hace una versión del clásico de José Alfredo Jiménez, ni será el último que se atreva con él. La novedad está en la unión de dos voces como las de Calamaro y Bunbury, de dos admiradores confesos de la música mexicana. El resultado emociona.
Me envenenaste: Aunque algo menos enérgico que otras canciones, este rock supone el regreso a la canción de sinsabores personales. “¿Por qué ya no puedo escribir y no dejo de dormir?”, canta Andrés en un tema que parece recordar (¿y añorar?) su etapa creativa más compulsiva.
Gomontonera: De Camboya a Gomontonera. Quizás el rock más sucio de todo el disco, pero con un sonido de lujo alejado, en todo caso, de aquellas sesiones caseras. El texto es uno de los más opacos de todo el trabajo.
El perro: Con un coro creado para ser cantado en directo, el epílogo de “On the rock” reúne a Calamaro con Marcelo Scornik para firmar un cierre brillante, corto, para recordar por parte de todos los seguidores de Andrés.
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