Me Permiten 3 por Pipo Cipolatti






Me permiten? (3ra entrega)
CUENTOS DE TERROR PARA NIÑOS
Por Pipo Cipolatti
Con la colaboración de Chiara Di Bella
Prólogo
Quiero aclarar o simplemente informar que el título CUENTOS DE TERROR PARA NIÑOS no se refiere específicamente a relatos para asustar pequeños, sino que involucra historias (la mayoría documentadas) de siniestros personajes del delito cuyos crímenes constituyeron el terror de los niños de aquél entonces.
Hoy
“Riñoncito” o El Sátiro del labio leporino
Los hechos que a continuación se van a relatar sucedieron allá por 1963 en el popular barrio de Parque Patricios y es el día de hoy que aún sigue conmoviendo a las familias del lugar.
Casi en la esquina de 24 de Noviembre y Pedro Echague (hoy Cátulo Castillo) había un pequeño y oscuro almacén en una especie de sótano o bajo nivel, que pertenecía a un matrimonio de inmigrantes españoles muy rústicos y prácticamente analfabetos. A pesar de la suciedad y el mal olor del local, los extranjeros eran muy apreciados por los vecinos y el negocio era el orgullo de la esquina…
Pero nadie sabía (hasta que fue desgraciadamente tarde) que los españoles tenían un hijo de 30 años a quien jamás mostraron por la vergüenza que les causaba la espantosa deformidad facial del jovencito.
El muchacho sufría de un labio leporino morboso sumado a una gangrena dental avanzada. Como sólo deambulaba por la Costanera Sur ya que vendía carnada viva para los pescadores del lugar, el círculo de “amigos” que había cosechado lo había bautizado con el mote de “Riñoncito”, en franca alusión al desagradable aspecto de sus labios.
La parte tétrica de esta historia es que “Riñoncito”, una vez que sus padres cerraban el almacén, daba rienda suelta a sus más oscuras perversiones.
Escondido bajo la puerta–trampa ubicada en la vereda, a la entrada del almacén, atraía (se desconocen los métodos que utilizaba) a los niños que volvían a sus hogares después de clase.
Cuando se acercaban a la puerta del local se abría la puerta-trampa y caían deslizándose por un verdadero “tobogán de la muerte”. Una pendiente de madera aceitada con cientos de hojas de afeitar insertadas en la misma, que deshilachaban los frágiles y carnosos cuerpitos hasta convertirlos en un desagradable carpaccio humano.
El producto de la macabra cosecha era utilizado por el monstruo, después de pasárselo reiteradas veces por la Ingle hasta llegar al clímax, para ser vendido como carnada entre los incautos pescadores de nuestro Río de la Plata.
La alarmante desaparición de niños preocupó al por entonces jefe de la Policía, Comisario Jorge Rafael Vergara, quien montó un espectacular operativo para atrapar a la Bestia… sin resultados.
El 14 de Octubre de 1967, en la esquina de Rondeau y General Urquiza, apareció colgado de los labios el cadáver putrefacto y sin genitales de quién puede haber sido el tristemente célebre “Riñoncito”.
El Comisario Vergara se suicidó al ver el cadáver truncando, de esa manera, la resolución del caso.
Nunca más nadie vio a Riñoncito, pero hasta el día de hoy, en la intersección de 24 de Noviembre y Cátulo Castillo se pueden escuchar gritos de dolor y placer acompañados por un ligero olor a pescado podrido…quizás el olor del Sátiro del labio leporino…  

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