¨Los Iluminados¨ en Córdoba





Esta propuesta teatral se presenta en La Capilla del Paseo del Buen Pastor. Es un excelente lugar con una excelente alternativa para ir y pasarla muy bien.


Te paso todos los datos para que no te la pierdas:




“LOS ILUMINADOS” De Alejandro Orlando.

Actores: Hernán Sevilla - Alejandro Orlando.
Arte visual: Santiago Pérez.
Dirección: Cheté Cavagliatto.
Lugar: Capilla del Paseo del Buen Pastor – Córdoba.
Estreno: Miércoles 2 de mayo. 21 Hs.
Funciones: Miércoles a Domingo - Mayo 2012.
Hora: 21 Hs.
Entradas anticipadas: Autoentrada.
Síntesis: En un espacio perturbador, dos individuos transitan su tiempo incomunicados con el exterior. La lucidez y la enajenación los contendrá en una realidad extraña, sin embargo ningún desorden emocional los alejará de la idea revolucionaria del amor y la liberación.
Los Iluminados  es la segunda parte de la Trilogía: “Del Fin del mundo”.
La obra fue estrenada con el mismo elenco en septiembre de 2007 en la nave de las reclusas del Paseo del Buen Pastor y se realizó un total de 45 funciones a sala llena. Con esta obra, ganadora del premio nacional de dramaturgia 2002 de la Asociación Argentina de Autores, la prestigiosa puestista Cheté Cavagliatto, inauguró junto a su equipo, un nuevo espacio para la representación escénica.
Críticas:
La voz del Interior | 23 de septiembre de 2007 | Beatriz Molinari.
“Una fábula bella sobre las cosas de vivir”.
Calificación: excelente.

Las aguas danzantes y el bullicio quedan atrás. La puerta lateral de la Capilla del Buen Pastor – la que mira a Los Capuchinos se abre para el teatro. En la Nave de las Reclusas el aire reverbera. Dos hombres se reparten el espacio. Uno, el de anteojos, se mueve. La obra ya ha comenzado. Los iluminados, de Alejandro Orlando, propone una acción teatral conseguida a fuerza de detalles y una entrega completa de los actores al público. Hernán Sevilla y el mismo Alejandro Orlando construyen un espacio de ensueño, tierno y siniestro a la vez. El diálogo entre Ronco y Cartucho discurre; sólo tienen una planta y dos sillas de madera, sillas de monje en la luz tenue. Hernán Sevilla trabaja una gestualidad rígida, de hombre espantado; Orlando, en tanto, es un niño adulto, de anteojos y tics, dentro de un traje viejo. Ellos están ahí. La obra que dirige Cheté Cavagliatto plantea amorosamente ese no-lugar compartido por dos que no son nadie. Hay momentos que se inician con una palabra o un cambio de postura. Ellos dicen “viene” y la puerta del fondo se convierte en figura. Las sillas, la planta, la puerta y ellos. En el teatro siempre se asume un pacto; tan cerca de los actores, el público, que se sienta en esa nave dispuesta para el espectáculo, debe entrar en el mundo cerrado e infinito, a la vez, de la locura, la enfermedad o la libertad absolutas. Ellos dicen "este lugar" y juegan al ajedrez con pedacitos de papel. Hablan sencillamente de la vida después de la muerte, la reencarnación; logran una extraordinaria disquisición que sigue a “Yo pensando”, cuando comentan cómo reparte el hombre su día; cuando aseguran que Dios no sueña con los desgraciados, entre otras cosas. El texto –que ganó el Premio Argentores 2002– también es una puerta a lo emocional. Asume temas conocidos y recuerda a Beckett, a Kafka. Por esas voces que reverberan en la sala van apareciendo claves que llevan a un final que deja sin aliento. Los actores escuchan una voz interior, la de esos personajes que poco dicen de las circunstancias que los llevaron ahí, al despojo. Cavagliatto les ha pedido todo y ellos han respondido. Alejandro Orlando, que se hizo conocido por ser uno de Los Modernos, vuelve al teatro de las tripas, como se dice en la jerga; y Hernán Sevilla se expone más que nunca en el personaje de Ronco, el racionalista. Los iluminados es esa clase de obra que reaviva la fe ciega en la actuación y asume el riesgo de poner alas al espectador. Además, la nave de la Capilla, como tercer personaje, llama a imaginar su historia, la que guardará por siempre. Incluso, algunos aseguran que los actores han sido visitados por unos ángeles con forma de reclusas, que en una madrugada dejaron su bendición en la nave.
El Atelier - Asociación Internacional de Críticos de Teatro.
5 de noviembre de 2007 | Fernanda Pérez.
“Dos hombres que están solos y esperan”.
Cuando el espectador ingresa a la sala ya percibe ese estado de encierro al que hace referencia la obra. El calor del lugar, el eco de las voces que retumban en cada esquina, y el escenario rodeado de puertas altas y compactas parecen reafirmar ese estado de reclusión. Allí, en ese marco, están ellos: Carlucho y Ronco. Son dos hombres de edad indefinida. Podrían ser locos, presos o ancianos, aunque es la falta de cordura el aspecto que más sobresale en este relato. Sin embargo, la lucidez también se hará presente a través de sus reflexiones. «Los iluminados» es una muy buena producción en la que todo parece funcionar: el texto, la dirección, los actores y un contexto que emana la mística de la ex Capilla del Buen Pastor que hace las veces de sala. La obra -que incluso resultó ganadora del Premio Nacional de Dramaturgia 2002 organizado por Argentores- logra fusionar profundidad y simpleza, algo nada fácil en el ámbito de la dramaturgia. De allí que los diálogos de Carlucho y Ronco generarán algunas veces risas y algunas otras una gran emoción. Todo lo que ellos comparten está salpicado de inocencia, ternura y verdades dolorosas. La dirección, de Cheté Cavagliatto, ha logrado crear un contrapunto perfecto entre estos dos personajes, imprimiendo en cada escena los climas adecuados para permitirse un cierre intenso, liberador, potente y estéticamente bello. Alejandro Orlando y Hernán Sevilla -quienes ya habían trabajado juntos en otros proyectos teatrales- se lucen a lo largo de la puesta. Orlando sorprende, sobre todo porque en los últimos años el público lo ha asociado a «Los Modernos» y su Carlucho es algo totalmente diferente. El actor ha logrado romper con aquel estereotipo para dar vida a un hombre distinto, un tipo sentimental, «de gran corazón» (como lo llamará Ronco en un momento de la obra). Carlucho es casi infantil, y es justamente esa inocencia la que le otorga cierta pureza a sus razonamientos, y la que hace posible que sus ilusiones los mantengan vivos a ambos. Ronco, encarnado por Hernán Sevilla, pareciera ser que lleva a cuestas el «peso de la lucidez». Él ni siquiera aspira a salir, pero igualmente intenta preservar a su compañero de la desilusión, de la tristeza y del abandono. Aun en ese contexto opresor, ellos tienen simples ritos que les ayudan a sobrevivir. La imaginación y la amistad hacen posible que los días tengan sentido, porque al fin de cuenta vale la pena esperar que algo ocurra, que algo cambie. «El afuera» da temor. Al igual que Alejandra Pizarnik los protagonistas sienten en carne propia aquello de «la jaula se ha vuelto pájaro, qué haré con el miedo», pero el deseo parece encontrar el modo de vencer esos obstáculos. «Los iluminados» emana una luz propia, y en el espectador se descubre la emoción que genera. Es breve, contundente, sincera y profunda, y seguramente una vez terminada, más de una persona quedará pensando en Ronco y Carlucho, como si realmente existieran, como si aún estuvieran esperando por la libertad.
El detalle:
"Los iluminados" es un interesante proyecto teatral que tuvo la particularidad de estrenar el flamante Paseo del Buen Pastor de Córdoba (ex cárcel de mujeres) como escenario. Además asumió el desafío de hacer funciones de lunes a lunes durante más de un mes y medio. Con entradas que se agotaban con casi 24 horas de anticipación, la obra se consolidó como un verdadero éxito, que marca un muy buen regreso para la dupla conformada por Hernán Sevilla y Alejandro Orlando.

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