La carta de Jorge Rial
“Hace un año escribí este artículo para el desaparecido diario Libre. Hoy me parece más vigente que nunca cuando, nuevamente, se me intenta atacar por mi bellísimo milagro de ser padre adoptivo. Lo hicieron los que no me conocían. Ahora los que decían amarme. Ninguno de los dos logrará que mi orgullo de un paso atrás ni para tomar impulso. Ser padre no es una cuestión de sangre o de ADN. Por eso vuelvo a publicar esta nota:
No hay una fórmula para ser padre. Te pueden vender la cigüeña que viene de París, la semillita, el repollo o el más natural y placentero de hacer el amor con la mujer que elegiste para un compromiso de por vida. Pero ser padre es otra cosa más complicada y maravillosa. Es un hilo invisible que te une a tu hijo más allá de la manera en que la vida los unió. Si lo viste nacer, guardá esa imagen única e irrepetible. Pero tampoco eso se convierte en un certificado de paternidad garantizado.
Hay tantas maneras de ser padre. De convertirte en alguien indispensable en la vida de una persona que también se va a transformar en indispensable para vos. Un puente que muchos saben cómo se construye, pero pocos como se transita. No existe la diferencia entre la sangre y el corazón. Si hasta dicen, y me consta, que los hijos adoptados terminan pareciéndose a uno.
Podría contarles la cantidad de gestos que me unen a mis soles. Incluso que me remontan a mi viejo. ¿Cómo les puedo explicar esa herencia que solo yo conozco? No hay manera de encontrarla. Si a la hora de estar al lado de tu hijo, él no te pide esa diferencia que solo hace la naturaleza con cierta cuota de mezquindad. A ellos no les importa nada de herencias, genes y otras obviedades.
Tu hijo solo quiere que le cambies los pañales cuando ya pesan más que él y el peligro de derrumbe es inminente. Que estés a su lado cuando la fiebre parezca un dragón que hay que vencer como si fueras el Príncipe Valiente. Que los sostengas en sus primeros pasos sin saber que estas siendo testigo del comienzo de un camino imposible de parar y que, algún día, los llevara por un desvío que los terminara alejando.
Que intentes, como yo, buscar las palabras justas para decirle que lo amas y te das cuenta que el idioma, tan bien usado por Cervantes, Cortázar o Saramago, a vos no te alcanza para describir la felicidad que te invade. Que su primera palabra, siempre dedicada a mamá, es el sonido más hermoso que ningún compositor pudo imaginar.
Sentir que esa bandera idolatrada que iza tu hijo tiene más sabor a Patria de lo que vos te imaginabas. Que cada minuto que tenés que dedicarle a repasar la regla de tres simple te hace sentir que tu paso por el colegio no fue en vano. Que verlas crecer es verte a vos mismo madurar. Más o menos eso es ser padre. Quedarte ahí cuando muchos sólo quieren pasar.
Ser padre es maravilloso. No hay mucho más para darle vuelta. Es como pertenecer a un club exclusivo. Por eso si no los sos, no te lo pierdas. Si Dios no te dio la suerte de tenerlo naturalmente, no hay que aflojar. Hay otro acto maravilloso que se llama adoptar. Dejar que un ser maravilloso te elija como padre y no al revés, como muchos creen. Que el amor que él necesita se funda con el que vos tenés para dar. Es tu hijo. Lo sentís en el pecho. En la mirada que se cruza. En el infinito amor que llegás a producir y que nunca imaginaste tener. En las preguntas que alguna vez llegan y vos podes contestar con la misma naturalidad con la que ellos las reciben. En el abrazo que siguen a esas preguntas.
En saber eludir a los que creen que ser padre adoptivo es un motivo de insulto, sin saber que cada cosa que te digan te hace más fuerte y más grande. Y vaya si lo sé. Cada día me lo hacen recordar y cada día me llenan de valor. El mismo que deben tener, seguramente, quienes eligen alquilar un vientre para entregar su felicidad de padres. Qué importa como lo hagan! Qué importa la polémica que traiga, como sucedió con Florencia de la V. Sólo lo que lloran en silencio, los que sienten que la espera es larga, que la soledad no es una opción de vida y que la tenacidad es una herramienta que abre todas las puertas, saben realmente que es ser padres.
Los biológicos, los que pasaron por largas, caras y a veces decepcionantes sesiones de fertilización asistida, los que recorren juzgados con la esperanza en un puño y los que esperan cada noticia de ese hijo que crece en un vientre ajeno. Me preguntaron que era ser padre. La verdad no tengo idea. Te sale naturalmente. Es un acto reflejo de amor eterno. No podría describirlo. Lo que acaban de leer fue solo lo que salió de mis entrañas mientras sentía las risas de mis hijas peleándose para ver qué película ponían en la tele. Ven, esto último es ser padre. Pensar que gasté tantas palabras para decir algo tan simple“.
Jorge Rial.
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