Entrevista a Magui Bravi - Revista Las Rosas



En dos años pasó de ser la más piropeada del pasillo del avión, a ser una de las más codiciadas del país. De azafata a brillar en el “Bailando por un Sueño”, Magdalena Bravi lleva en su sangre una vorágine letal. En esta nota, la persona detrás de ese cuerpo cincelado por las tentaciones de Zeus.

El huracán Bravi debe ser la figura del espectáculo nacional con menos años de carrera pero vividos con mayor intensidad. Un poco menos de dos años en los medios, pero con una autoridad escénica y un talento para el baile, como pocos o mejor dicho, como muchos quisieran tener. Ex bailarina clásica y ex azafata, esta pequeña belleza “Made In Ideas del Sur”, surgió del reality “Soñando por bailar”, para luego de ganarlo con total seguridad, pasar a la liga mayor que fue el “Bailando 2012”. Y cuando todo hacía suponer que la voracidad de ese certamen se la fagocitaría en las primeras instancias, sacó su destreza física y corporal, para arrasar con todos los mediáticos primero, y los consagrados después, hasta llegar a una final idílica con Hernán Piquín. La perdió, claro; pero en su entorno y dentro de ella misma, se sintió ganadora. Perder con Piquín en baile, es como perder al fútbol con Messi o Neymar. Purifica, humaniza. Hoy, a la espera de algún guiño de Tinelli para volver a las pistas, prepara su desembarco en la conducción, mientras ensaya para una obra de baile que romperá las taquillas de la temporada 2014 en Mar del Plata. No nos adelantó mucho, pero ya con imaginar su cuerpo al compás de cualquier ritmo, nos da para reservar ya una entrada.“Podría decirte que todo esto empezó hace un año y medio. Muy poco para todo lo que se generó en mí y por mí. Lo que sí me deja tranquila es que yo bailo desde los seis años. La típica, empecé danza porque en mi casa no sabían que hacer conmigo. La primera semana la lloré toda y la segunda ya no podían no llevarme”, cuenta la representada por Multitalent Agency. 

¿Por algún motivo en especial no querías ir?
No quería ir porque era re caprichosa. De parte de mi viejo soy hija única y todos los caprichos como mínimo (se ríe). Y a los quince ya bailaba profesionalmente y me iba de gira con el ballet y todo eso. Pero a los diecisiete tuve que dejar porque me agarró bulimia (se pone seria). Y eso tiene que ver con las exigencias de la danza, con llamar la atención de tus papás, con una adolescencia complicada y por buscar un absurdo reconocimiento de no sabés quién.

Pareciera ser como una materia más de la danza, la bulimia…
Es que los profesores y el mundo del baile son súper exigentes con el físico, con el peso, con el cuerpo y aunque no quieras, se te distorsiona todo. Y ves una imagen de tu propio cuerpo totalmente distorsionada. Te ves gorda aunque estés pesando cuarenta kilos. A eso, sumale que la presión conmigo misma fue de siempre. Mis viejos siempre me exigieron mucho y yo sentía que tenía que ser la mejor en todo, en el colegio, en el ballet y en lo que haga.

¿Todo esto siempre en La Plata de donde sos oriunda, no?
Sí y no. Porque a los doce años ya empecé a viajar a Buenos Aires a la escuela de Julio Bocca, hasta que a los dieciséis tuve que elegir entre venir a vivir a Buenos Aires para entrar en su escuela o seguir en La Plata y terminar el colegio. Y al final me quedé en la escuela de Iñaki Urlezaga, pero duré un año, porque ya estaba muy adentrada en la enfermedad y dejé.

¿Eras muy chica, imagino que tus padres habrán sido un buen refugio?
Sí, totalmente. Lo resolví con mucha terapia, con el apoyo incondicional de mi familia y con nutricionistas, ginecólogos y mi psicóloga que es lo más (se emociona). Llegó ese momento al que uno nunca quiere llegar, de vomitar más de una vez por día y ahí me asusté porque sabía que ya no lo podía controlar (recuerda). Entonces senté a mis viejos, les expliqué y desde ese momento, toda mi familia a mi lado con la única intención de curarme. Empecé un tratamiento de dos años y me curé, esa es la verdad (sonríe).

¿Ahí dejaste de bailar?
Nunca dejé de bailar en realidad, pero cuando me recuperé totalmente, volví a hacer otro tipo de baile más relajado, pero sí nunca más de forma profesional. Y bailé salsa, tango, árabe y otros ritmos que nunca pensé que me iban a servir para algo específico. Al tiempo, me puse a estudiar Filosofía en la facultad y después entré a trabajar como azafata.

Como azafata habrás vivido miles de anécdotas…
Fueron tres años maravillosos, de experiencias increíbles. Me pasó de todo, desde ver gente que se haga pis, que se desmaye, llantos, vómitos, que cuando se esté por aterrizar se tome vuelo de nuevo y la gente entre en pánico; pero no dejan de ser episodios, anécdotas. Siempre las cosas positivas son mucho mayores. El laburo está bárbaro, los beneficios que te da el trabajo son geniales. De irte por dos pesos de vacaciones a la Polinesia, de viajar a donde quieras. Si bien yo era azafata de cabotaje y de viajes limítrofes, cuando querés viajar, por casi nada, podés ir a donde quieras (sonríe).

¿Y entre vuelo y vuelo, chusmeabas el “Bailando por un sueño”?
Yo miraba a Tinelli porque me gustaba el concurso de baile y me decía “yo tengo que estar ahí”. Sabía que podía hacer todo eso mucho mejor. Pero solo el baile, lo de la puntuación me parecía un cachivache. Es la verdad. Los puntajes para mí nunca estaban bien. Pero el baile me encantaba. Los peinados, el maquillaje, los vestuarios. Me parecía todo un sueño.

¿Y por qué esperaste tanto para estar si te gustaba tanto?
Nunca pensé que podía llegar a eso. No sabía cuál era el camino para estar ahí. Para pasar de mí casa, a ese estudio. Conozco bailarinas que se la pasan en el teatro under y nunca llegan a la tele. Pero mi mejor amigo, fanático de Canosa, se entera que había un casting para un reality como “Gran Hermano”, pero que a diferencia de no hacer nada, había que entrenar y bailar…

Y te presentaste…
Sí, pero no porque quería ser famosa por ser famosa. Yo quería bailar y estar en la tele bailando. Al final mi amigo me convence, porque yo pensé que tenía que dejar a mi novio, mi carrera de filosofía, mi trabajo de azafata y era mucho. Pero me presenté y después de ver qué pasaba, decidiría qué hacer. Igual debo confesar que el año anterior había ido a un casting como soñadora pero no quedé porque eligieron a una rubia (sonríe mala onda).

Te habías quedado con las ganas (risas)…
Pasé tantas etapas que me quedé con una vena. Y en este nuevo casting empecé a quedar hasta ser parte de los veinticuatro participantes finales. A diferencia del primero donde ninguno bailaba, acá bailaban todos. Recuerdo que estaban todos de blanco menos yo que estaba de rosa. Me vino la productora y le dije “yo no me voy a vestir igual que todos de blanco”, dame algo distinto…

¿Complicada desde el principio?
Mi sensación fue “acá puede pasar cualquier cosa”, porque el último día apareció una chica que nunca la había visto y empezaron a aparecer pibes que se conocían entre sí y que no bailaban nada. Al final entró el fan, el amigo de Fort y un par más. Yo confiaba en mí y sabía que los iba a sacar a todos por mi baile, pero un plus de distinción no venía mal (se ríe).

Tenías todo pensado. Cuando vaya a la guerra, te venís conmigo…
Me planteé estrategias desde el inicio. Mi idea fue ser yo misma y que si a la gente le gustaba, iba a ganar, pero si la gente me daba la espalda, seguro me iba primera. Yo iba a mantener mi propia vida, no iba a perder a mi novio, no iba a tranzar por un minuto más de cámara. Muchos se pensaban que por hacer cualquier cosa, iban a durar y a quedar. Yo tenía la estrategia de que tenía que ser diferente al resto. Que si seguía a la manada, pasaba sin pena ni gloria para todos.

¿Algún ejemplo de algún “Gran Hermano” ?
Yo había visto casi todos los “Gran Hermano” y sabía qué perfil podía llegar a ganar. Mi psicóloga me dio un par de tips. Cuando me enteré que había un lugar en el destierro, sabía que la primera en ir tenía que ser yo. Porque también sabía que Marcelo (por Tinelli) transmitía desde el destierro. Y tal cual, me nombró (se ríe orgullosa). Pero contestando a tu pregunta, sí, tenía muy presente a Marianela Mirra que se había peleado con todos pero que había ganado.

¿No tenías miedo de volver a vivir lo de tu enfermedad por las exigencias del medio?
No porque para este medio las exigencias del cuerpo son distintas. Nada que ver con la de la danza. Mi cuerpo se aproxima más a las necesidades de ahora que a la danza que te exige un cuerpo casi etéreo. Hoy por hoy, tengo el cuerpo que me gusta y que encaja más a mi realidad.

Al final se dio todo como quisiste, ganaste el reality, llegaste al “Bailando” y seguís con tu novio…
Sí, casi me mata pero sigo de novia. Fueron cinco meses muy duros, donde nos vimos una sola vez que vino a la gala por el día de San Valentín. Durante el programa, donde encontraba un celular tirado, me lo llevaba para hablar con él. De repente eran las cuatro de la mañana, me robaba un celular, me iba al medio del campo y me ponía a hablar con él. Estábamos totalmente aislados. Fue duro.

¿Cambió algo con él, esta fama repentina?No, no cambió nada. Lo toma bien porque sabe que me tiene a su lado. Y yo cuando amo soy incondicional. Empezamos a convivir y fue como un redescubrirnos. Yo no cambié, sigo siendo la misma de siempre, pero con trabajos más públicos. Sí, cambió mi día a día, pero hasta te diría que nos unió más. Claro que tenemos nuestras peleas como todos, pero hasta nos fortaleció.

¿Cuándo ve esas fotos tuyas por ahí, no dice nada?
Hubo fotos que no sé si hoy día, las volvería a hacer. Lo que pasa es que hay veces que el fotógrafo está en un ángulo que vos pensás que está haciendo foco en algo y está encuadrando otra cosa. Y después esas fotos no te las muestran y después te publican cualquiera. Me pasó de hacerme fotos y que al año en otra entrevista publicaran esas fotos. Son cosas que la verdad uno no las puede manejar o que al empezar y no tener un nombre de peso, no las podés controlar. Me pasó con algunas en Hombre, en Paparazzi. Me sacaron fotos en el campo que si las veo ahora no entiendo cómo acepté. Pero bueno, creo que te mareás tanto al principio que te da miedo decir que no a ciertas cosas. Además ves que tus compañeros hacen cualquiera por una foto y como que bajás las defensas. Suficiente era mi carácter, para además negarme a ponerme en bolas. De algunas fotos me arrepiento, pero lo hecho, hecho está.

¿Te volverías a meter en algún reality?
Me ofrecieron hacer un reality en Chile y les dije que no. Porque volver a hacer lo mismo no me da. Tampoco me interesa exponerme de esa forma. Pero un “Bailando” en mi país o en cualquier parte del mundo, claro que sí. Me encantaría, para ver si puedo ganarlo.

Te quedaste con las ganas. Pero perder con Piquín es como perder al fútbol con Messi. 
No sé, no sé (se ríe). Quiero la revancha.

Texto y Foto: Las Rosas

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