La Mona, en primera persona.



La Mona Jiménez escribió un libro titulado: ¨Juan Carlos Rufino Jiménez, La Mona¨. Se presentará el 20 de este mes en el Teatro Libertador.

En el libro cuenta su adicción a la cocaína, las mujeres, su hija no reconocida y las cosas que perdio y ganó con el cuarteto.

El libro es publicado por una Editorial cordobesa, Dos Raices y relata en primera personas sucesos y datos que se conocian off the record pero que ahora estan en primera persona. Cuenta sobre sus juntadas con algunos rockeros famosos y su adicción a la cocaina.

La Mona es un personaje lleno de historias y de muchos relatos, de los que se cuentan en todo asado en Córdoba.

Clarín publicó un adelanto del libro.




De lo que más me arrepiento es de haberle fallado a Juanita. De haberle fallado como esposo. De haberme acostado cuatro o cinco veces con esa mina que terminó reclamándome la paternidad en la Justicia”.




Eso escribe La Mona Jiménez en la autobiografía que firma con su nombre completo, Juan Carlos Jiménez Rufino, en lo que resulta un acto de coherencia: quien se expresa en el libro, con una sinceridad sin filtro, es antes la persona que el personaje, ese músico cuartetero que empezó escandalizando a los burgueses para terminar seduciéndolos.



Publicado por Raíz de dos, una editorial cordobesa que trabaja casi artesanalmente, el libro se presentará el 20 de este mes en la ciudad de Córdoba. El acto tendrá el sabor de la revancha: se hará en el Teatro Libertador, donde La Mona, según cuenta en la autobiografía, estuvo prohibido durante años por ser un “negro cuartetero”. En esa suerte de teatro Colón cordobés, difrutará su primera velada protagónica, dado que sólo ha subido a ese escenario como invitado de Jairo y de Julio Bocca.



Aquí, un anticipo exclusivo del libro: Droga y alcohol “La Turca Delia me había hecho probar cocaína un par de veces. Me había dicho que era la droga de los machos, que los giles fumaban marihuana. “La marihuana te pierde”, decía, “tanto que hasta podés terminar acostándote con otros tipos”. Después me contó algunas historias de gente fumada a la que le había pasado eso. No hizo falta que dijera más nada para convencerme. Como a mí siempre me gustaron mucho las chicas, solamente las chicas, no probé marihuana nunca en mi vida. [...]Es difícil decir “no quiero más”, pero hay que hacerlo. Aunque los otros salten: “Eh, Mona, sigamos”. Nadie te puede obligar. Si quiero, pido; pero cuando no quiero más, alcohol o cualquier otra cosa, no tomo más. Y no me importa lo que digan. Yo tomo una botella de champán en cada show. Una los viernes, una los sábados y otra los domingos. Pero lunes, martes, miércoles y jueves no quiero ni oír hablar de esas cosas, ni mirarlas: me dan asco”.



Un tipo del hampa “El Tuerto Atilio, por ejemplo, un tipo del hampa, de la pesada, me quería mucho; me quería porque yo no abría la boca, porque si bien no participaba de esa vida, si bien todos sabían que lo mío no era otra cosa que la música, muchas veces me banqué ir preso y hasta que me cagaran a palos en la cana por no decir nada. Un día de los ‘70, cuando no tenía ni veinte años, me había puesto a conversar con un grupo de chicos en la mesa de un cabaret. Todos sinvergüenzas de barrio Güemes, hijos de delincuentes célebres. Mientras charlaba sentí que uno de ellos se acercaba por detrás, para robarme la cadena de oro. Lo dejé hacer. Cuando terminó de quitármela, me di vuelta y le pegué un puñete en la cara. El chico quiso sacar un arma, pero los otros no lo dejaron. “Mañana vamos a ir a la cárcel y le vamos a contar a tu viejo lo que quisiste hacer”, dijo uno. Y en el día de visitas obligaron al pibe a contarle al Tuerto Atilio que me había querido robar. El Tuerto le pegó una cachetada: “A esa gente no se la toca, es gente buena que nunca fue vigilante. Al contrario, a esa gente la tienen que cuidar”.



“En la cana me cagaron a palos, me metieron en el pozo, me hicieron el submarino: me hundían la cabeza en el inodoro para que les dijera dónde vivía Daniel, dónde lo podían encontrar.



[...]Al rato me tiraban de los pelos, me sacaban y volvían a gritarme: “¿Nos vas a decir de una vez?”. Pero no sabía nada.[...] Fue terrible. Eran policías duros, muy duros. El del poncho era el más jodido. “Te quiero hacer bosta”, decía, y volvía a hundirme.



[...]Por suerte pararon. Alguien les habrá dado alguna orden, o se habrán dado cuenta de que realmente no tenía información. Me soltaron dos días después”.



“De lo que más me arrepiento es de haberle fallado a Juanita. De haberle fallado como esposo. De haberme acostado cuatro o cinco veces con esa mina que terminó reclamándome la paternidad en la Justicia. Una mina que iba a mis bailes y que después de esas cuatro o cinco noches desapareció. A los nueve meses cayó con una carta en la que me decía que iba a ser papá y ahí nomás empezó a visitar las radios y cuanto programa de televisión se le cruzó por delante; dijo que había sido novia mía durante un año y otro montón de cosas que no eran ciertas.



En fin, si lo que quería era un apellido para su hija, ahí lo tiene; si quería plata, ahí está; porque incluso tengo que estar pendiente de que a cada rato caiga con que necesita más dinero, que quiere otra casa, que la que tiene es muy chica, y hasta parece que tengo que mantener al novio y al hijo que tiene con el novio. Pero un proceso judicial no puede comprar el cariño de un padre. Yo tengo tres hijos. Los hijos que quise tener. Los que tengo con Juana, la mujer que elegí para estar a mi lado; los hijos que llevé a anotar cuando nacieron: Lorena un 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer; Carlitos, un 9 de julio; y Natalia, un 16 de noviembre. A esta otra chica no la conozco, no la quiero conocer, pero si algún día quisiera hablarme le diría lo que siento: que para tener hijos hay que ponerse de acuerdo, que tiene que haber amor. Y acá no hubo amor.” «



1 comentario:

  1. Pablo, cuanto midió las declaraciones de Marengo hoy en Intrusos, a las 16.15Hs.

    Pone el minuto a minuto o decinos en cuanto estuvo.

    Saludos!

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