La carta de Flor de la V
Gracias a todos los medios que reprodugeron mi columna de Paparazzi.
Hola paparazzos.
Estaba reflexionando hoy sobre cómo abordar esta columna, la primera después de la muerte de Jorge, cuando me sorprendió la terrible noticia del suicidio del esposo de Nazarena Vélez. Y justamente, teniendo en cuenta que me proponía pensar algunas cuestiones vinculadas con la muerte y el ambiente artístico, creo que son atinados estos pareceres que quiero compartir con ustedes.
En primer lugar, desde luego, deseo manifestar mis condolencias a Nazarena y todo su entorno afectivo por semejante tragedia. No hace falta decir que frente a estos hechos irreparables, toda polémica, desencuentro o enfrentamiento queda desplazado por un profundo y sentido respeto ante el dolor.
Pero lo que quería transmitir esta semana en esta querida columna, es la sensación ambigua que sobreviene en ambientes como el nuestro después de la partida de alguien extraordinario como Jorge. Ya ha pasado un manojo de días, y al estupor que produce una muerte abrupta de alguien tan querido sobreviene una meseta de dolor difuso, como de ver la vida a través de un vidrio empañado. Por supuesto que no estoy descubriendo nada sobre lo terrible que esa afrontar cualquier duelo, ni creo que nuestro ambiente tenga nada de especial. Pero sí creo que hay un aspecto de las “muertes famosas” que las vuelve más dolorosas para quienes las sufrimos de verdad. Hablo de ver cómo quien fue (y sigue siendo) para nosotros un ser irrepetible, inolvidable, no es otra cosa para muchos que un motivo más para llenar horas de pantalla que luego se vacían sin ningún pudor. Resultaba estremecedor, la semana pasada, ver todas las pantallas pobladas con la hermosa cara de Jorge, era un verdadero orgullo sentir que ese hombre que tanto había significado en mi vida, tanto parecía significar para otros. Sin embargo, unos días después, su ausencia en el mundo empieza a ser ausencia en los medios, que como mandan las leyes del show, empujan una noticia con otra: aviones que desparecen, gente buena que muere en las calles sin sentido, Messi que hace tres goles…
Sé que hay gente (quédense tranquilo que lo sé) que lo quería bien a Jorge y que eran muy queridos por él. También me llenó de felicidad, aún en medio de tanto dolor, que algunos programa hicieran foco en la imagen de Mabel, su madre, una mujer increíble, con una entereza de esas que parecen venir de otros mundos. Una mujer que en el peor momento de su vida no perdió nada de lucidez y tuvo tiempo para poner sobre la mesa todo: lo maravilloso, lo triste, las miserias de otras personas, pero fundamentalmente dejando en claro que cuando una persona vive (y muere) como Jorge, queda el dolor agudo de su ausencia junto con la satisfacción de ver que quien murió, lo hizo habiendo vivido a pleno cada momento de su vida.
Rescato también la satisfacción de saber que despedí a mi amigo como él hubiera querido: con Sandra cantando “Soy lo que soy” a capela en la iglesia del Pilar; un momento mágico empapada en las lágrimas de mis hijos. Y no terminó ahí, también Marilina cantó en su memoria el tema que mejor lo define: Honrar la vida. Todo muy cinematográfico, con el corazón abierto, como era él.
Supongo (espero) que la semana que viene esta columna intentará recuperar su tono de siempre. Buscaré sacarles una sonrisa, compartir algún comentario irónico, repasar alguna noticia extraña o buscar como siempre, a través del humor, la manera de transmitir la pasión que yo también tengo por la vida.
Pero no siempre el show debe continuar, o al menos no tan rápido. Ya sé que, como dice tan sabiamente el tango: “Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando…”, pero me cuesta un poco largarme a andar tan rápido, sin él. Nos vemos la semana que viene.
En la primera oración de agradecimiento : Reprodujeron, es con J, no con G ...
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